Confieso que este año no he estado a la altura con lo que se esperaba de mi en casi nada. He dejado el blog totalmente abandonado y a su suerte, pero es que simplemente no tenía ganas de escribir. Mucho que contar tal vez, pero muy poca avidez de teclado en los dedos.
Y mira que es fácil seleccionar un tema mensual, construir un texto o crear un audiovisual… pero no encontraba la motivación para convertir algo que me encanta en una obligación. Ese tipo de cosas son las que me tengo prohibidas desde hace mucho, mucho tiempo.
2018 ha sido uno de los peores años de mi vida así, en general. Y no es que nada terrible me haya pasado, pero me ha pasado. Tal vez cuando algo feo y palpable ocurre tienes esa carta blanca para sentirte triste públicamente, para recibir palmaditas en la espalda y contar con hombros sobre los que llorar, pero cuando aparentemente todo va bien es complicado explicarle al mundo por qué algo no funciona contigo.
En primavera del año pasado mi ordenador personal se quemó y se llevó con él tres discos duros (dos en honor a la verdad, el tercero no me he atrevido todavía a intentar recuperarlo) con todo mi trabajo de los últimos diez años. Todo aquello por lo que tanto luche y en lo que tanto esfuerzo puse se esfumó lo mismo que una salivilla en una plancha. Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar. Todo se borró, como si nunca hubiera existido. Y no sólo se fué el pasado, también el futuro. Había estado trabajando sobre un proyecto fotográfico personal que versaba sobre conceptos como el cambio, la elasticidad y el paso del tiempo. Un proyecto que bajo la apariencia conceptual hablaba mucho de mi misma (¡cuál no lo hace!) y para el que ya llevaba una avanzada fase de documentación, algunas fotografías boceto, muy pocas definitivas y una larga lista de contactos por revisar. Ese proyecto llevaba por título Ya Nada Volverá A Ser Como Antes, y a modo de maldición, al perderlo en el Valhalla de los unos y los ceros, se convirtió en una profecía que marcaría los consecutivos meses hasta llegar a diciembre.
Puede que sea cierto eso de «lo que sucede conviene«. Tal vez esa idea no era buena o simplemente podría ser mejor. Quizás todo lo feo que me ha pasado en 2018 sirva para algo, por eso pienso que lo que he visto como uno de los peores años de mi vida pueda convertirse con el tiempo en uno de los mejores o al menos el que más me ha enseñado sobre mi misma y en el que he tenido la gran oportunidad de iniciar un cambio real y desde el interior.
Yo llegué a Encandilarte partiendo de cero porque tenía la necesidad de reinventarme, de buscarme la vida, de ser feliz con lo que me gustaba y creo que ha llegado el momento de hacer lo mismo de nuevo, aunque espero que por última vez. No quiero ser viajera constante.
Empiezo 2019 sin grandes expectativas, pero eso me da tranquilidad porque me siento sin la necesidad de tener que demostrar nada a nadie. Disfruto con mis clases, con las fotos y sigo estudiando. No voy a luchar más contra la resaca, simplemente me dejo llevar por las olas y quien sabe, tal vez sea bueno que ya nada vuelva a ser como antes.
Hola Bea, gracias por compartir por aquí esto tan personal y tuyo. La verdad que tus palabras me llegan mucho. Lo del ordenador tuvo que ser tristisimo y decepcionante… El titulo de tu proyecto personal me fascina, me imagino que la idea sera super interesante como todo lo que haces, espero puedas retomarlo :)
Y me encantan tus últimas frases de que empiezas 2019 con tranquilidad y disfrutando lo que haces, eso es tanto… y quizas encontrar el sentido sólo se trate de eso.
Un abrazo y gracias por compartir!
Hola Cristina (¡mil años después!)
Con tantas cosas de por medio se me pasó tu mensaje. Gracias por ser siempre tan atenta conmigo y este blog y dejar siempre que puedes un comentario.
El año empezó mal, muy mal, pero poco a poco se va poniendo mejor. Espero poder terminarlo en línea ascendente y dejar todo lo que me empujó a escribir este post atrás.
Besos, B.